Homenaje al Maestro Ariel Sosa

Maestro Ariel SosaHomenaje al Maestro Ariel Sosa, quien fuera director de escuelas albergue recientemente jubilado y fallecido en el accidente sufrido por un contingente de jubilados mendocinos en Tucumán, a través de una carta escrita por el maestro Rogelio Aguilera.

«No sabes el frío que hizo hoy Maestro; amanecimos con una nostalgia de recuerdos increíbles y esa noticia que durante toda la noche no quisimos creer. Acaba de perder Argentina otra vez con Brasil, y te juro que añoraba con el corazón que estos pibes te regalaran el último triunfo antes de tu partida; la verdad no importa Maestro, lo importante es que después de mucho tiempo jugaron como te gustaba a vos… dejando todo, metiendo hasta perder el aire, con la cabeza levantada y sin reproches.

No pudimos despedirnos, ninguno de nosotros te dio el abrazo y el beso de cada domingo al terminar el partido; así nos quedamos con el llanto atragantado en los teléfonos y el terrible frío de un julio traidor.

Nos quedaron tantas cosas por contarte Maestro, que ni siquiera el Correo del Cielo que siempre usabas podrá llevarte las noticias de estos últimos días. Te lloran las algarrobas de la Josefa Maestro Ariel, y la pampa salitrosa del Forzudo refleja tu sombra simulando ser un eclipse que vino a poner todo oscuro y silencioso. Mañana habrá luto en las escuelas del desierto te lo puedo asegurar y no hace falta que la DGE lo decrete, porque los maestros como vos no necesitan de reglamento, resoluciones o normas que recuerden lo que fuiste. Mañana habrá luto porque cuando muere un maestro, muere también una palabra y eso duele tanto como la rebeldía.

Sabrá el Barba que se llevó a un tipo increíble, necesario. Sabrá por ejemplo de tu solidaridad, de tu compromiso con los pibes, de tu palabra incalculable, de tu prudencia o simplemente de tu bondad con el otro. Sabrá que nos llevó, sin tarjetas amarillas de por medio y en pleno tiempo de descuento, al primer lateral derecho de este grupo de improvisados futbolistas, idealistas y amigos. Espero que lo sepa porque los tipos buenos, los tipos necesarios como vos no pueden morir sin un motivo; no pueden marcharse sin despedirse, los hombres buenos no deben morir así.

Me escribieron tantos hoy que fue imposible apagar el teléfono sin darles explicaciones, aliento o simplemente recordarles lo mucho que vos valorabas la amistad, incluso de los que ya no están nada con nosotros. Me escribió el Diego y recordé aquella noche en que lo trajimos terminado de la casa del Jorge Morales; me escribió el Chelo y no pude dejar de reír al recordar cuando te llevamos esa noche de invierno porque habías chocado la camioneta. El Mochila te ha llorado Maestro, y vos sabés que esos tipos no lloran así no más… ese tipo te lloró como se le llora a la tierra… El Adrián le va a poner tu nombre a las camisetas nuevas, y el Martín seguramente escribirá una ordenanza para traerte de vuelta al Simón y al banquito debajo del damasco. El Pablo no quiere hablar, a todo me dice que sí, imagínate cómo debe estar. Me imagino el Lolo y el recuerdo de aquella tarde en el Rubén.

¿Te dedicarán tonadas donde estés Maestro? Si no fuera así acércate cuando escuches al Tumba, o al Cañada en nuestras farras. Jamás te faltarán mis versos y mucho menos un vino para brindar por tantos años de amistad. Qué silencio invadirá nuestras miradas cuando no te veamos llegar este domingo… Ya no habrá música para tanto silencio.

Donde quiera que estés te abrazo Maestro, me voy al fondo a llorarte un rato, después de todo son lágrimas que valen la pena… como el regreso que tanto esperamos. Vos me entedés… Me he quedado callado por un segundo aunque no lo creas, tal vez porque cuando muere un maestro, se cae una tiza, se tiñe un guardapolvo de tristeza, se duerme la Aurora… tal vez porque muere una palabra. Tal vez porque te has ido Maestro Ariel a jugar en el equipo de los sueños. Hasta pronto, abrazo de gol y de lápiz. Llevate el celeste y blanco con la escuela rural de estandarte, contale a todos que lo domingos por las mañanas te vas a tomar licencia para darnos una mano cuando la cosa se ponga fea o nos de por llorar tu ausencia.»