Rosario Vera Peñaloza, cultora protagónica de una nueva escuela, posaba su mirada en la preponderante importancia por la mejora del desempeño docente y el ineludible compromiso del Estado para con la educación infantil.  Sus grandes obsesiones: La Reforma Escolar Argentina, los Jardines de Infantes y La Formación Docente.

El Instituto de Educación Superior N° 9-010 de Eugenio Bustos (San Carlos), dependiente de la Dirección General de Escuelas del Gobierno de Mendoza, la conmemora llevando su honorable nombre.

La Rosarito, aquella niña de Los Llanos

Rosario Vera Peñaloza nació el 25 de diciembre de 1873 en La Rioja. En Atiles, Departamento de Rivadavia, así llamado tiempo atrás, hoy denominado Departamento de Juan Facundo Quiroga en virtud de una ley sancionada en 1948 que reivindica al caudillo riojano.  El pueblo de Atiles, que en tiempos precolombinos fuera el principal asentamiento nativo de la región, está ubicado en la región denominada «Los Llanos», sendero que enhebra postas históricas sobre la tradicional Ruta de Los Caudillos, reivindicatorio de las gestas federales, que tienen en Quiroga, el “tigre de los llanos”, a su máximo icono popular.  Esa fue la tierra que vio nacer a Rosarito.

Ella fue la menor de cuatro hermanas. Hija de Eloy Vera y Mercedes Peñaloza, tuvo la desgracia de quedar huérfana de muy niña. Fueron sus tías quienes le enseñaron las primeras letras, debiéndose trasladar a San Juan para iniciar sus formales estudios primarios, pues por sus «pagos» de Los Llanos no existían establecimientos educativos, desaparecidos tras las intestinas guerras civiles en medio de la puja entre unitarios y federales.

Nieta paterna de Francisco Nicolás Vera y Herrera, fue miembro de una familia de hacendados riojanos, emparentada con las tradicionales familias del lugar: los Ávila, los Sánchez de Balderrama, los Vergara y los Peñaloza; y precisamente fue bisnieta de Nicolás Peñaloza, quien por vía del primer matrimonio de este, fue el abuelo del general Ángel Vicente «Chacho» Peñaloza.

Maestra de la Patria

La Constitución Nacional de 1853 (Art., 5°) dejó librada a las provincias la educación primaria y considera como atribución del Congreso Nacional la de proveer al progreso de la ilustración, dictando planes de instrucción general y universitaria. No había en el país bibliotecas públicas, el material escolar era casi desconocido y los maestros improvisados por falta de escuelas normales. En algunas provincias las aulas carecían de pupitres, pizarrón y lápices y los docentes recurrían a cuero de vacunos y hojas de ciertas plantas para que, sobre ellas, los escolares escribieran las primeras letras con espinas o maderas duras. Estas «eran las generales de la ley» para todas las escuelas de la patria, y obviamente la natal provincia riojana de Rosario Vera Peñaloza no fue la excepción.

En la década del ochenta del siglo XIX se produce la promulgación de la Ley 1420, que constituye la culminación de un complejo proceso histórico, como resultado del cual aparecían las ideas democráticas y liberales que pueden percibirse debajo de todos los esfuerzos de integración del país y modernización de sus instituciones.

Con la aprobación de la Ley 1420 se hizo necesario adecuar las estructuras provinciales en concordancia con ese cuerpo legal y a partir del creado Consejo Nacional de Educación, las provincias tomaron un impulso propio, destacándose entre ellas la acción educativa de algunas provincias como nuestra Mendoza, pero muy especialmente La Rioja, Entre Ríos, Buenos Aires y Córdoba. Desde allí Rosarito, realizó una notable labor actualizando los programas de estudio para la carrera de maestra jardinera, que no existía en nuestro país. Difundió el trabajo manual en las escuelas primarias para que los chicos desarrollen habilidades prácticas. Fue discutida, perseguida y cesanteada en distintos momentos de su vida. Dijo una vez:

«Siempre es lenta la marcha de las ideas nuevas. Hay siempre lucha hasta que el público las acepta y todos los que llegan a ser discípulos de tal innovación tienen que soportar críticas y advertencias injustas».

Su Credo Patriótico

«Creo en el Magisterio Argentino y en su obra; a ellos, Los Maestros corresponde formar las generaciones capaces de mantener siempre encendida la lámpara votiva que dejaron a nuestro cuidado los que nos dieron Patria para que jamás se apague en el alma Argentina y para que sea el faro que ilumine los senderos». Textual de Rosario en el «Credo Patriótico», al cual el Instituto Nacional Sanmartiniano le confirió el Primer Premio, después de haberse formado.

En 1884 regresó a su tierra natal, e ingresó a la Escuela Normal de La Rioja, fundada ese mismo año por las maestras norteamericanas, Annette Haven y Bernice Avery. Allí realizó los estudios secundarios y cursó la carrera de magisterio, recibiéndose de Maestra Normal en 1888. En 1892 se dirigió a Paraná (Entre Ríos), para proseguir con su formación obteniendo el título de Enseñanza Superior en 1894. En la Escuela Normal de Paraná fue alumna de Sara Eccleston (oriunda de Filadelfia), otra de las maestras invitadas por Sarmiento para expandir la educación en Argentina. En aquella célebre institución entrerriana creada en 1870 bajo la presidencia, precisamente, del mismo Domingo Faustino Sarmiento, comenzó su actuación profesional en el Departamento de Aplicación. En dicha escuela también estudió Trabajo Manual, Dibujo y Pintura, Ejercicios Físicos, Modelado, Tejido de Telares, Grabado, Corte y Confección y Artes Decorativas.

Más allá de sus múltiples cargos y tareas docentes, en Paraná, La Rioja, Córdoba y Buenos Aires, la veta educadora que transversalizó su existencia, se expresó en numerosos libros, conferencias, cursos para docentes, fundaciones escolares y tareas asistenciales, resultado de sus observaciones y diálogos con colegas de todo el país, recreados y convertidos en estrategias docentes y material didáctico para su soñada reforma metodológica, finalmente expresada en la creación del Museo Argentino para la Escuela Primaria y Pre-escolar, «su mayor tributo a la Patria».

Con enorme patriotismo, sostenía Rosario: «Creo en el amor a la Patria, que inspiró a nuestros próceres para darnos independencia y libertad, y en la bandera celeste y blanca…, que no será abatida mientras palpite un corazón argentino…»

Escribió 25 libros[1], en su mayoría inéditos. Militaba con su palabra, pero más con la acción: hacía mucho y hablaba poco. Fue incansable fundadora de museos y jardines de infantes en todo el país. Ocupó 22 cargos públicos. Fue maestra en muchas provincias. Hizo del país un aula.

Pero otro de sus legados, fue su decálogo patriótico: Y como aquellas máximas sanmartinianas quedaron grabadas para siempre:

  1. Amar a la patria más que a si mismo.
  2. No jurar en su santo nombre falsamente.
  3. Conmemorar sus glorias.
  4. Honrar a la madre patria en todos los actos de la vida.
  5. No matar el sentimiento patrio con la indiferencia cívica o la tolerancia indebida.
  6. No realizar acto alguno que mengue la propia dignidad. Quien se dignifica a si mismo, dignifica a la patria.
  7. Cuidar los bienes del estado más que de los propios.
  8. Buscar y practicar siempre la verdad.
  9. No desear jamás tener otra nacionalidad.
  10. No ambicionar los derechos de las demás naciones ni mucho menos pretender su dominio y dar a la Argentina capacidad para no ser superada ni vencida.

Murió un 28 de mayo de 1950 en La Rioja a los 77 años de edad. En su testamento quedó expresamente plasmado su altruismo. Donó todo lo que poseía, hasta su vieja hamaca. Resulta interesante destacar el Artículo N° 6 de dicho testamento (textual):

«No teniendo herederos forzosos, renuncio  mis derechos de autor en beneficio de la entidad Nacional, Provincial o Privada, como ser la Junta de Historia y Letras de la Rioja, a la que ya le tengo ofrecido mis trabajos, que hiciere la publicación; pero si ésta fuere el gobierno Nacional o Provincial y la publicación produjera algún beneficio, de  éste se destinará lo necesario para servir de base a la fundación de una escuela que llevará el nombre de mi tía y madre de crianza, doña Jesús Peñaloza de Ocampo, en el pueblo de Malanzán donde he pasado mi infancia._ Esta escuela será politécnica, en ella se dará  a la niñez  tares variadas, que sirvan para despertar vocaciones y desarrollar aptitudes latentes en cada uno, enseñando el aprovechamiento  del material que brinda el medio ambiente, las flores intensamente aromáticas para la preparación de extractos, la arcilla que es de primera calidad para facilitar las  creaciones  plásticas,  las fibras, las numerosas materias de la zona para la preparación de bases de juguetes para que el mismo niño los haga.  Podían ser base de estos juguetes los modelos de cuyo mecanismo, es autor Ricardo Ocampo, ejecutados bajo mi dirección  e idea que tienen por finalidad despertar las vivencias del niño y cultivar su capacidad creadora, al mismo tiempo su venta será  una  fuente de ingreso para el sostenimiento  de la escuela».

Reconocimiento

En su memoria, el 28 de mayo, fecha de su fallecimiento, se festeja el Día Nacional de los «Jardines de Infantes» y del «Docente de Nivel Inicial» instituido por Ley 27.059, sancionada el 3 de diciembre de 2014.

 

Por Gustavo Capone

[1] Algunos Títulos de Libros de su autoría: El hombre que rehusó el Olimpo; Los hijos del sol; Historia de la Tierra; Un viaje accidentado; Cuentos y poemas; Pensamientos breves sobre juegos educativos; Enseñanza práctica de las fracciones; Herencia sagrada; La casa histórica de Tucumán; La industria del tejido; La tejeduría hogareña; Mi credo patriótico; El paso de los Andes por las seis rutas; Estudio comparativo de los sistemas Montessori y Froebeliano; Enseñanza práctica de la geometría en la escuela primaria; El Kindergarten en la Argentina.


Zamba «ROSARITO VERA, MAESTRA»

«¡Bienhaiga! niña Rosario
todos los hijos que tiene,
¡millones de argentinitos
vestidos como de nieve!Con manos sucias de tiza
siembras semillas de letras
y crecen abecedarios
pacientemente maestra.Yo sé los sueños que sueñas
Rosarito Vera, tu vocación,
pide una ronda de blancos delantales
frente al misterio del pizarrón.

Tu oficio, que lindo oficio
magia del pueblo en las aulas.
Milagro de alfarería
sonrisa de la mañana.

Palotes, sumas y restas
tus armas son, maestrita,
ganando mansas batallas
ganándolas día a día».

Letra y Música: Félix Luna – Ariel Ramírez