El Plan continental de Independencia que habitaba en la mente del futuro libertador exigía preparar un ejército pequeño pero bien disciplinado en suelo mendocino, sorprender al enemigo cruzando la cordillera de Los Andes y una vez liberado Chile, reforzar las tropas con la incorporación de las del país trasandino.
En este artículo se presentan 3 videos de «Mendoza: Crónica de nuestra identidad» donde se desarrollan los siguientes contenidos:
- Las ideas ilustradas en América.
- La reacción realista luego de la liberación de Fernando VII.
- San Martín gobernador de Cuyo.
- Las transformaciones económicas durante la gobernación de San Martín.
- El Cruce de la Cordillera de Los Andes.
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Introducción
La Revolución Francesa había sacudido al Antiguo Régimen hasta sus cimientos. Los revolucionarios surgidos de una sociedad con fuertes jerarquías sociales y privilegios de nacimiento, comenzaban a proclamar los ideales de una nueva filosofía, en cuyo centro se ubicaba la consigna surgida de la toma de la Bastilla: «Libertad, Igualdad, Fraternidad».
España se veía amenazada por estas nuevas ideas políticas, al mismo tiempo que era asediada desde el punto de vista militar: los ejércitos napoleónicos ocupaban la totalidad de la Península Ibérica; el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII eran desplazados y el hermano de Napoleón, José I nombrado rey de España.
Los acontecimientos europeos eran favorables al ideal de libertad para las colonias americanas. Sus clases dirigentes sabían que tenían una gran oportunidad que no podían perder. Desde Venezuela, Buenos Aires, el Alto Perú, Chile y otros Reinos, se empezaba a escribir la historia de la independencia y el nacimiento de las nuevas repúblicas.
Los gobiernos de Venezuela, Nueva Granada y Río de La Plata ya en 1811 se han volcado con firmeza por un gobierno independiente. El tiempo parece avanzar decididamente hacia adelante. Sin embargo, tras el desastre de Napoleón en Rusia, su estrella se va apagando. Es el amanecer de España, que logra expulsar a los franceses de su tierra, donde el Rey Fernando VII regresa al trono con la resuelta decisión de reprimir los movimientos revolucionarios de América. Para desarrollar este plan, Lima se ofrece como el escenario perfecto. La ciudad de los Reyes, principal capital de España en América del Sur, se había mantenido firme junto a la Corona, y tal lealtad la hacía estratégica como base de operaciones de Fernando VII para aplastar a los insurrectos.
Los proyectos del monarca español comenzaron a avanzar con éxito. El virrey del Perú envió un fuerte ejército a Chile; derrotó a los patriotas en la batalla de Rancagua y recuperó así el control de Santiago. Esta victoria reafirma las intenciones realistas y abre el camino para pensar la forma de recuperar las provincias unidas del Río de la Plata.
La caída de Chile demostró que la única forma de asegurar la independencia de América era con la conquista del Perú. Así lo entiende José de San Martín y por ello elabora un ambicioso plan que tendría como base de operaciones a la antigua provincia de Cuyo.
San Martín gobernador de Mendoza
San Martín asume como gobernador de Cuyo en 1814. Poco tiempo después llegan a Mendoza los patriotas chilenos derrotados en Rancagua. A una ciudad de 10.000 habitantes llegan 3.000 emigrados. Entre ellos Bernardo de O’Higgins y los hermanos Carrera. San Martín simpatiza con el primero de ellos y cuando se manifiesta una disidencia entre los Carrera y O’Higgins, el gobernador de Cuyo ordena que los Carrera vayan hacia Buenos Aires.
A mediados de 1815, la Junta de Observación, heredera de la Junta Grande, sanciona el Estatuto Provisorio que debía regir a las Provincias Unidas y a mediados de año se realizó la elección de los diputados que debían concurrir al Congreso General convocado en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Don Tomás Godoy Cruz y Don Juan Agustín Maza serían los representantes por Mendoza, de acuerdo al resultado de las elecciones y la influencia de San Martín.
A fines de julio de 1816 llegó la circular de Narciso Laprida, presidente del Soberano Congreso de Tucumán, notificando la declaración de la Independencia. Ya era la hora de San Martín y el Ejército de los Andes. Es por ello que el general solicita el relevo de su cargo de gobernador, como premio a sus esfuerzos, para dedicarse a la organización de ese grupo de hombres unidos en armas y bajo el mismo desafío: la libertad americana. El Cabildo de Mendoza cede a San Martín y a su hija, 200 cuadras de terreno en Barriales, mientras es nombrado su sucesor al frente del Gobierno de Cuyo: el general don Toribio de Luzuriaga, un eficaz colaborador de la empresa sanmartiniana, quien asume el cargo el 24 de setiembre de 1816. Hacia fines de 1820 con el desmembramiento de Cuyo y la proclamación de San Juan y San Luis como provincias independientes, Luzuriaga resuelve poner fin a su gobierno.
Una economía de guerra
No hay campaña militar que pueda realizarse sin los recursos indispensables para cumplirla con éxito. La economía cuyana no hacía presumir que tales recursos pudieran obtenerse. Por ello, al asumir su cargo en nuestra ciudad, San Martín preparó el terreno en todos los sentidos, adecuándolo al esfuerzo que se aproximaba, y a la gloria que parecía más un espejismo del vasto desierto.
Sus medidas debían ser lo suficientemente elásticas como para responder a las cambiantes condiciones políticas y militares, pero basadas en las reales condiciones imperantes en el comercio, la industria y la producción mendocina de aquellos años, seriamente perjudicadas por la reconquista realista del vecino Chile. La guerra debía comenzar antes en la economía, y la primera batalla consistía en aumentar los recursos y disminuir los gastos; se trataba de un plan financiero de difícil implementación por la situación imperante. Para esto, estableció contribuciones especiales, regularizó impuestos y fijó gravámenes para el sostén del ejército, en un delicado equilibrio que marcó la más severa imposición sin destruir los recursos productivos y a su vez conformando fondos de reservas a los cuales recurrir cuando la situación así lo demandara. Medidas y requerimientos que debían lograr sus objetivos sin provocar descontento ni oposición. Con firmeza, el futuro libertador buscó el difícil equilibrio, pero hombre hecho al fin para sortear dificultades, encontraría un justo término y la respuesta favorable de sus gobernados.
Las mejoras económicas
Luego llegaría el momento del estratega militar, mientras tanto se imponía en San Martín el estratega político y económico. Desde septiembre de 1814, Mendoza es testigo de una notable acción de gobierno plena de logros e innovaciones. La activación económica lo llevó a estimular la producción en general. Con ampliación de los canales de riego y su saneamiento extendió las áreas cultivables, y con el cateo de minas de cobre y plomo, logró promover la minería mendocina.
Prosperaron durante su gobierno las industrias de curtidos, tejidos y talabartería. También lo hicieron los ramos de herrería y la preparación artesanal de sencillos productos alimenticios que abastecieron tanto al ejército como a la población civil.
Numerosos bandos se dejaron leer en las esquinas habituales para atender al progreso de la ciudad. San Martín no descuidó la ciudad, exhortó a los vecinos a blanquear los frentes de las viviendas, limpiar la extensión de la Alameda, y colaborar en el equipamiento del ejército. El orden que puso en la actividad de las pulperías, las disposiciones contra el juego, y la regulación del tránsito con la prohibición de galopar en las calles, redundaron en la seguridad de sus habitantes; También la Salud preocupaba al general, y se ocupaba como hombre de acción que era. Con la creación de dispensarios, la implementación de una verdadera campaña de vacunación antivariólica y la lucha contra la hidrofobia, mejoró la calidad de la salud pública. La creación de nuevas postas de correo en Mendoza y en San Juan dio un nuevo impulso a las comunicaciones, estableciendo una ruta directa al norte argentino, evitando el largo rodeo que imponían los extensos caminos por Córdoba.
Encaminadas sus tareas gubernamentales, San Martín fue dedicando más tiempo a la formación del ejército. Sobre la base de las tropas existentes en Cuyo más el aporte de los auxiliares de Chile, comandados por Juan Gregorio Las Heras, fue desarrollando la maquinaria bélica destinada a libertar medio continente. Con respecto al área militar, introdujo tácticas napoleónicas y preparó especialmente a los hombres llegados de diferentes puntos del país, engrosados por las levas de esclavos y ciudadanos de la región.
La formación de este ejército de excelencia, requería un lugar adecuado en las cercanías de la ciudad, búsqueda que concluiría en el paraje El Plumerillo, a más de una legua al noreste de la ciudad, donde nacería el campo de instrucción y escuela de las tropas sanmartinianas. Allí, en las barracas delineadas por el sargento mayor Alvarez Condarco del cuerpo de ingenieros, los noveles reclutas se transformarían en aguerridos soldados bajo la atenta mirada de San Martín, quien en más de una oportunidad tomaría personalmente a su cargo el entrenamiento de los hombres.
Los oficiales completaban su formación con clases teóricas en las que recibían instrucción en tácticas y estrategias europeas que muchos de ellos sabrían aplicar en la Campaña y en guerras posteriores.
Más allá de las discusiones acerca de la ubicación del Campo de Instrucción, que ha concitado el interés de los historiadores, el actual emplazamiento del Campo del Plumerillo, el mismo Cristo Redentor y las distintas rutas sanmartinianas de la Provincia, se constituyen en perdurables e inequívocos testigos que revelan a quien los recorre, las enormes dificultades que debieron ser salvadas por el genio militar del general San Martín para convertir su sueño de independencia sudamericana en una realidad tan cierta y tangible, como arduo y complejo el modo de alcanzarla.
El Cruce de Los Andes
El Plan continental de Independencia que habitaba en la mente del futuro libertador exigía preparar un ejército pequeño pero bien disciplinado en suelo mendocino, sorprender al enemigo cruzando la cordillera de Los Andes y una vez liberado Chile, reforzar las tropas con la incorporación de las del país trasandino. Desde el nuevo territorio libre, la estrategia se proponía avanzar por el Pacífico y atacar al Perú desde el mar, mientras un ejército de observadores en el camino del Alto Perú debería empujar a los realistas hacia Lima y luego de la ocupación de este bastión colonial, continuar la marcha libertadora hacia el norte.
El primer obstáculo se erigía en la estrategia como la montaña en el terreno, tan evidentes uno y otro, como arduos superarlos. San Martín debía conducir el ejército con todos sus materiales y bagajes, incluida la artillería, a través de un terreno totalmente inhóspito; asegurando a la vez que la tropa, al final del penoso recorrido, estaría en condiciones de dar aquella gran batalla que el Libertador ya había previsto fuese en la Cuesta de Chacabuco. Este cruce andino ha pasado a la historia como uno de los hechos de armas más grandiosos que ha visto el mundo.
Los probables caminos a transitar fueron recorridos innumerables veces por oficiales, baqueanos y hasta el mismo comandante en jefe del ejército, para elegir los más convenientes en función de los objetivos militares a alcanzar. Así fue que el conocimiento del terreno fue prioritario en la elaboración de los planes. El terreno hablaba a través de los testimonios de viajeros, viejas cartografías y reconocimientos personales. Pero en varias ocasiones, desde setiembre 1814 hasta la primavera de 1816, fue el mismo San Martín quien interpeló directamente a la montaña. Realizó numerosos reconocimientos, desde el valle de Uspallata hasta los caminos de importancia entre San Carlos y San Juan. Mientras, el cuerpo de ingenieros del ejército de Los Andes, hacía lo propio en un frente de 300 kilómetros, relevando las distancias a cronómetro y luego volcando sus conclusiones en planos parciales y generales. Debió analizar las ventajas y desventajas topográficas que presentaban cada uno de ellos, sus posibilidades de acceso y la disponibilidad de recursos naturales indispensables. Esta evaluación llevó a establecer una combinación de rutas que permitieran cumplir las premisas de la Campaña, tomar objetivos principales y secundarios, inducir a la población a adherir a la causa de la independencia y dar en una sola y gran batalla el golpe decisivo al poder realista en Chile.
Esta verdadera labor de ingeniería estratégica, llevó a San Martín a elegir seis grandes rutas, desde el norte argentino, en la Provincia de La Rioja, hasta nuestro sur mendocino, en el actual departamento de Malargüe. Nacen así los caminos que pasarían a la historia como las «rutas sanmartinianas» y de las cuales Uspallata, del Portillo y Planchón, recorren nuestro territorio provincial, mientras que el paso que recibió el grueso de las cansadas huellas de la tropa, el de Los Patos, se comparte en su recorrido con la provincia de San Juan.
Por el primero de esos trayectos marcharían los hombres del entonces Coronel Juan Gregorio de Las Heras, con expresas órdenes de llegar al Valle de Aconcagua el 8 de febrero de 1815, luego de requisar ganado y copar guardias enemigas en las estibaciones cordilleranas, hasta tomar contacto con la vanguardia del Ejército, conducida por el brigadier Soler. Días después avanzaría por las mismas huellas, el esforzado Capitán Fray Luis Beltrán, con la artillería patriota. Otro grupo miliciano recorría el camino del Portillo argentino, en las cercanías del Manzano Histórico, bajo las órdenes del Capitán José León Lemos, con la misión principal de simular ser la vanguardia de las fuerzas principales, y de esta forma desorientar a los realistas y fomentar su insurrección. Por el paso del Planchón, avanzarían los hombres del teniente coronel Ramón Freyre, patriota chileno quien, con escasos 190 hombres debía cumplir objetivos similares.
El grueso de la tropa, con el Estado Mayor comandado por San Martín, emprendería el duro camino al norte, en busca de tierra sanjuanina, para vencer la cordillera de Los Patos, dejando atrás alturas de más de cuatro mil metros en el Espinacito, e ingresando a Chile por los pasos de las Llaretas y Valle Hermoso. El encuentro con los hombres de Las Heras, cerraría esta etapa, abriendo el capítulo de la gran victoria. Se había desafiado a la altura, se la había vencido, para conquistarla para siempre.
Conclusión
San Martín y sus hombres cruzaron la cordillera de Los Andes y derrotaron a los españoles en la batalla de Maipú.
La primera parte del plan continental estaba superada.
El próximo paso suponía dirigirse hacia el Alto Perú para combatir con el bastión más grande de los realistas en América.
Bibliografía
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- Lagiglia, Humberto A. Arqueología Prehistórica del Atuel y del Diamante. En Crónicas del Terruño. N° 2 Cinter. Mendoza. 1997. pp. 29-46.
- Schobinger, Juan. Las tierras Cuyanas. En Nueva Historia de la Nación Argentina. Tomo I (La Argentina aborigen). Academia Nacional de la Historia. Editorial Planeta. Buenos Aires. pp. 159-180.
Los presentes textos son un extracto de: – «Mendoza a través de su historia», Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue. – «Mendoza: Economía y Cultura», Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina, Compiladores. Mendoza, 2004, Caviar Blue. Copyright Editorial Caviar Blue |
Fuente: Mendoza. Crónica de nuestra identidad. (2004).
Dirección General de Escuelas.
Entidad responsable de la publicación: Universidad Nacional de Cuyo. Centro de Información y Comunicación.
Descargar: Programa 6 – San Martín y el Ejército de los Andes