Generalmente los discursos del 25 de mayo han tenido siempre un formato establecido:

  1. «No olvidemos a esos hombres» – Breve resumen del contexto político del momento aquel y las circunstancias que llegaron a modificarlo. Una NARRACIÓN
  2. «Hoy como ayer» – Analogía entre presente y pasado, de manera que el acto inaugural nos auguraba el momento actual (o el devenir). Una POESÍA.
  3. «Sigamos su camino» – Actitud admonitoria que nos alienta e invita a seguir el camino. Una IMITACIÓN.

Y aunque parezca un chiste, esto se repite en muchos casos seguramente desde mayo de 1811.

La versión oficial sobre el 25 de mayo de 1810, reflejo cabal de aquellos tradicionales actos escolares, recreaba siempre la repetida escena: tibios rayos de Sol otoñal asomando tras días de copiosa lluvia. El pueblo con sus paraguas congregados en torno al Cabildo esperando el desenlace libertario. Jóvenes apuestos (todos con patillas hasta el mentón; levita, galera y bastón) mostrándose muy preocupados para que nadie de los presentes quedara sin las cintas que vinculaban el celeste del cielo con el blanco de la pureza, como atributo ineludible para ser considerado un patriota. Además, una robusta morenita, de profesión mazamorrera, se encargaría de paliar la ansiedad de los presentes con sus exquisitos productos caseros. Y aunque la escena histórica fuera diurna, el «sereno» nocturno alertaba al mejor estilo Sabina (seguro, habiéndose quedado despierto y escondido después de trabajar toda la noche para que las huestes de «los chisperos» de Berutti y French lo dejaran estar en la Plaza Mayor, con su grito, mano en boca: «nos dieron las diez, las once y las doce». Aunque el hecho desencajado haya sido tempranito y los pocos que estaban allí, ya sabían muy bien de que se trataba, siendo además los muy poquitos que tenían reloj. Vaya contradicción.

Tal proceso emancipador duraría sólo una semana —según la versión tradicional—, y cada día reflejaría un hecho sintomático que desencadenaría irremediablemente en una resolución feliz y definitiva, llegábamos afortunadamente al tan anhelado 25 de mayo. Mientras tanto Buenos Aires, y sólo Buenos Aires se convertiría en el centro de atención del mundo entero.

En esencia, lo que faltó definir y profundizar en los procesos de enseñanza de la historia es lo que realmente se dirimía en mayo de 1810: un proyecto de poder que interrelacionaba criollos y peninsulares, vinculando a quienes buscaban alcanzar la independencia política influidos por las ideas y acontecimientos desprendidos del «ideario ilustrado» francés, y por otro lado, a los que buscaban un nuevo pacto económico de la mano de las ideas del librecambio para que modificase el régimen mercantil, favorable exclusivamente a los comerciantes monopolistas. Y muy tibiamente, como un tercer actor de reparto, surge el hombre concreto; sujeto anónimo y social que miraba sorprendido y expectante el derrotero del momento. «Ellos», cuyo protagonismo se resaltará recién con la llegada de San Martín a Mendoza en 1814, verdadero comienzo de la verdadera revolución emancipadora americana en nuestra tierra.

En tanto, y más acá en el tiempo sobre aquella coyuntura, desde el plano educativo y didáctico poníamos —y en muchos casos, ponemos— solamente el acento en una historia narrativa–descriptiva —ausente de criticidad—, creadora de ilusiones y justificaciones cuyas verdades parecieran absolutas. Así y en ese marco, se plantearon innumerables programas políticos de cambio, pero sosteniendo siempre contenidos que invariablemente —lamentable coincidencia— potenciaban la dependencia del interior ante la macrocefalia de Buenos Aires, como una forma de sometimiento del poder central sobre el interior, estableciendo una hegemonía sobre los procesos ideológicos y culturales del país que sojuzgaron el rol de las provincias, sus departamentos y sus distritos. Variaron los gobiernos, pero persistieron los enfoques del academicista porteñismo cultural. Transpolando una historia remota, lejana y puertocéntrica que solamente discutía cuestiones importantes en torno a su ámbito, sus hombres, ideas e intereses.

Para muestra sobra un botón

No quiero analizar en esta nota los puntuales hechos históricos criollos de comienzo del siglo XIX y el rompimiento con España. Eso es lo que hago, con aciertos, carencias y errores, desde hace casi tres décadas. Además hay muchos distinguidos colegas que hace rato vienen poniendo blanco sobre negro en estas cuestiones con mayor capacidad que el que suscribe. Me gustaría poner en duda aquel ingenuo mundo que algunos pretendieron hacernos creer que vivíamos.

El mundo que no nos mostraron

Lo que la ingenua escena de la historiográfica tradicional no reflejaba, subestimando la inteligencia de sus interlocutores, es la presencia de un mundo creativo, que luchaba con otras armas ante el flagelo absolutista. Creo que esto ayudaría a reflexionar y sería una herramienta útil en los institutos superiores formadores de formadores.

Por ejemplo. El francés Coulomb logró medir las fuerzas electroestáticas ya en 1777. James Watt, inventaba el regulador centrífugo (1788), elemento que controlará automáticamente la velocidad de los barcos y las máquinas de vapor. William Murdock introducía el gas de alumbrado (1791), con lo cual la mayoría de las ciudades de Europa y EEUU adquirieron alumbrado público. En 1795 comenzaba en Francia la implementación del sistema métrico decimal. Carl Gauss presentó su tesis doctoral (1799) sobre el teorema de álgebras. Ritter descubría los rayos ultravioletas. La pila de Alessandro Volta se convertía en el precursor de la batería eléctrica. El británico John Dalton (1803) desarrolló la teoría atómica, piedra angular de la física moderna. Berzelius incorporará el actual sistema de notación química. El fisiólogo holandés Jan Ingenhousz exponía el principio de la fotosíntesis (1779). Han descubierto el planeta Urano.

Se vuela en globo aerostático y a los años (1809), George Cayley diseñó un aparato con forma de helicóptero iniciando el camino de los vuelos en planeador. Océanos y mares son surcados por los barcos a vapor. La primera locomotora en 1804 comenzaba su recorrido hacia la actualidad. El médico británico Edward Jener descubre la vacuna contra la viruela. Malthus propone en 1798 su teoría relacionando la tasa de crecimiento demográfico con la oferta de alimentos. El biólogo francés Jean Baptisté de Lamarck formulaba en 1809 una teoría de la evolución. Mientras en América se destacaba la acción del naturalista, diplomático, astrónomo, mineralogista y anatomista Alexander von Humboldt, autor del vanguardista libro Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente.La omisión cultural del ayer ¿accidental o premeditada?

Con bastante antelación a la emancipación americana ya se enunciaban las nuevas concepciones para interpretar el mundo y la forma de organizarlo bajo el imperio de la razón y el republicanismo en la toma de decisiones. Pero el debate ideológico sobre la soberanía, excedería el tema político y se manifestará en terrenos como el literario, musical y pictórico.

Mozart compone «La flauta mágica» (1791), dando comienzo a una trayectoria que generaría más de 600 obras. Ludwig van Beethoven representa la apoteosis del estilo clásico, simbolizando la imagen del compositor-héroe del romanticismo. Entre 1804 y 1808 escribe la 3° y 5° Sinfonía. La 3° Sinfonía es dedicada a Napoleón, pero luego de ser coronado emperador por el Papa Pio VII, Beethoven retirará tal dedicatoria por su concepción antiimperial. Mientras tanto, el vals hace furor en Europa.

En el plano de la pintura, Goya inmortaliza los fusilamientos de Napoleón (1808) en España con su obra «Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío».

Surge un nuevo movimiento artístico e intelectual: el Romanticismo. En 1788 Goethe da comienzo al clasicismo alemán. El poeta, dramaturgo y científico alemán escribe Fausto, drama de dos actos, en donde reedita la puja de un científico que se ve forzado al enfrentamiento entre Dios y el diablo.

Gran atracción convoca Alexander Pope, poeta inglés del siglo XVIII quien, inspirado en los clásicos de la antigüedad, escribe una poesía elaborada con estilo didáctico o satírico. Entre otros, Ensayo sobre la crítica, y su famoso El rizo robado, obra ingeniosa que describe y critica la vida de los salones. Además, Percy Shelley se convierte en una de las figuras representativas del romanticismo inglés con Oda al viento del oeste y A una alondra.

Aparece en 1798 El Ateneo, periódico dirigido por Friedrich von Schlegel pilar fundamental del romanticismo alemán. En tanto el venezolano Andrés Bello (1781-1865), edita La Gaceta de Caracas, paladín de la emancipación americana.

La reivindicación de los derechos de la mujer se reflejó a través de Mary Wollstonecraft en Vinculación de los derechos de la mujer. La pieza teatral de Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas (1806), ataca sin paliativos la educación severa y poco formativa que recibían las mujeres en la época. La novelista inglesa Jane Austen pública Juicio y sentimiento (1811), completando su reivindicación femenina con Orgullo y prejuicio y Emma. Se profundizó el tema de la literatura infantil, paralelamente, como una velada crítica al absolutismo reflejando al personaje desamparado enfrentando al poderoso, multiplicándose también las historias de cuentos de hadas sustraídas de mitos nórdicos, celtas y griegos. Sucesores de los grandes creadores del siglo XVII, como el francés Charles Perrault —autor de Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La cenicienta, Caperucita Roja copan la escena. También es el momento de los cuentos de Madame de Beaumont (1711-1780) autora de La bella y la bestia. Los hermanos Jacob y Wilhem Grimm publican sus obras en 1810 con personajes que se harán famosos en todo el mundo, como Barba Azul, Blancanieves, o los ya conocidos por la versión de Perrault: Cenicienta y Caperucita. Hans Cristian Andersen escribe El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, La sirenita (1805) y El patito feo, en 1811. En España se publican revistas sobre el género: La gaceta de los niños de 1798, siendo «El ratón Pérez» el cuento infantil español más significativo del XIX. Mientras que en Inglaterra los libros más vendidos a fines del Siglo XVIII, son Robinson Crusoe de Daniel Defoe y Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. El siglo XVIII benefició también al niño desde el plano pedagógico. El pensador francés Jean-Jacques Rousseau planteó en Emilio (1762) que la mente de un niño no es como la de un adulto en miniatura, sino que debe ser considerada según características propias.

En América se inauguran la Real Biblioteca de Santa Fe de Bogotá (1777), la Biblioteca Nacional de Colombia y la Biblioteca del Congreso de EEUU en 1800. Mientras que la Biblioteca Nacional de Argentina es fundada en 1810 con el nombre de Biblioteca Pública. Pero además es el tiempo de apertura del Museo del Louvre. Adam Smith se convierte en el padre del liberalismo. Kant publica Crítica a la razón pura. Es abolido el tráfico de esclavos en Dinamarca, Reino Unido y EEUU. Hegel presenta Fenomenología del espíritu, en el cual sostiene que el saber es el fin y el objetivo de la historia. Fourier expone el socialismo utópico, antecedente del pensamiento marxista. Johann Fichte, en Discursos a la nación alemana (1808), afirma la superioridad de la cultura alemana, claro germen del nacionalismo venidero. Mientras el idealismo de Schelling y De la libertad humana confirmarán el crítico y revolucionario momento.

En fin

Demasiadas omisiones para pensar que fue un mero cortocircuito en la memoria de aquellos historiadores. O tal vez, como siempre sucede, nuestros artistas y escritores gritaron anticipadamente lo que la historia oficial escondió. Y esa es también una historia repetida, aunque sobre eso tampoco se enseñó mucho.

Por Gustavo Capone