El 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Esta fecha fue consensuada con el fin de conmemorar la lucha de las mujeres por conquistar sus derechos, en una búsqueda por conseguir la equidad en relación a los varones. Estas luchas, que desgraciadamente, como el conocido suceso de la fábrica textil, suelen terminar en tragedia, fueron importantes saltos en la Historia para empoderar a las mujeres ante sus derechos.

En esta oportunidad queremos celebrar a las mujeres. A todas y a cada una de ellas, celebrar aquello que las hace especiales, lo que las hace distintas, lo que las hace únicas.

De madres y de reinas, de diosas o de sirenas, de brujas o de locas

mujeres_2Socialmente nos manejamos con representaciones culturalmente construidas de lo que son las mujeres. La televisión, el cine, la historia, las historias de la Historia, las publicidades, la moda, fueron generando y alimentado imágenes que dieron lugar a categorías con las que definimos a las mujeres.

Son usuales los concursos de belleza, o las publicaciones que eligen a la mujer más bella del mundo, lo cual se reproduce desde los núcleos pequeños hasta los más grandes, desde la elección de la reina de la primavera en cada curso, en cada escuela hasta llegar a la elección de Miss Universo. ¿Qué persiguen estos hechos? Desde ya ubican a una mujer por encima de las otras. Pero a su vez, crean la ilusión de que existe una mujer ideal, una mujer que es todo.

¿Qué caracteriza a esta mujer que es todo? En primer plano es bella, porque de alguna manera, se instituyó que la belleza es la cualidad por excelencia de las mujeres, no sólo a nivel facciones sino que también su cuerpo debe ser perfecto. Además, esta mujer ideal debe ser simpática, agradable, vestirse bien, tener un pelo impecable, amar a los niños, plantas y animales, ser inteligente, delicada y talentosa y como si esto fuese poco, ella debe desear la paz mundial, no cualquier paz, la paz mundial. Esta mujer, es la que logró ser todo eso, por eso, está por sobre todas las demás.

En el otro extremo, la otra representación que tenemos de las mujeres, es la de las brujas, sirenas y locas. Imágenes que las colocan como peligrosas, como hechiceras, como portadoras de un poder, de ese enigma tan intrigante que atrapa, dejando a los hombres sin la posibilidad de pensar, de elegir. Esta idea hace gala de la mujer que es de temer, porque no cumple con estos requisitos atribuidos a las mujeres, ellas no son lo que se espera que la mujer sea. Entonces si es espontanea o creativa, si descuida las formas se le considera loca; si no ama a los niños, a las plantas y a los animales, si no desea la paz entonces es una bruja; o si enamora a un hombre; es porque hubo algún encantamiento, como el canto de las sirenas de Ulises, por el cual se atrajo irresistiblemente al hombre, y no porque el hombre haya sentido el anhelo de enamorarse.

Ambas representaciones colocan a las mujeres en un lugar tal en donde o se es todo eso que se espera culturalmente, lo cual la convierte en reina, o no lo es, y por eso será peligrosa. No hay matices, no hay grises en las representaciones sociales del ser mujer, solo hay totalidades.

Otra idea es la de la mujer madre, o sea la creencia a través de la cual la mujer se realiza como mujer en tanto es madre. Como si el hecho de ser maternal fuese la condición necesaria para convertirse en mujer.

Es muy común escuchar en el discurso cotidiano que se les dice a las niñas, a las adolescentes e incluso a las mujeres adultas (que no son madres) frases que ocultan al menos dos mensajes: Uno en el que se da por sentado que la mujer en algún momento de su vida será mamá, no se pregunta ni se cuestiona si se desea ser madre, se da por sentado que toda mujer lo desea. Y por otro lado, se trae al hecho de ser madre como la vara que mide el ser mujer y por medio de la cual todo lo que la mujer hace se torna más valioso o menos valioso, dependiendo de si es o no mamá.

¿No será que existen diferentes facetas, posibilidades, aspectos que pueden converger incluso en una misma persona? ¿No será que no sabemos qué es ser una mujer y que intentamos entonces responder al interrogante mediante estas creencias? ¿Qué lugar ocupan los hombres en todo esto? ¿Se espera lo mismo tanto de hombres como de mujeres? Quizás será acaso que para ellos no existe tanta exigencia. Pero en el día a día ¿Queremos ser iguales? ¿La diferencia necesariamente implica desigualdad?


Primero las damas y las damas gratis

mujeres_3Una característica esperable para el hombre, es que sea caballero. El ser caballero es entendido en función de las mujeres, en cómo los hombres se dirigirán a ellas.

¿De dónde proviene esto de la “caballerosidad”? Ser caballero fue, en la edad media, tomar como modelo de comportamiento masculino a los caballeros propiamente dichos. Éstos solían tener ciertos tratos especiales con las mujeres, maneras orientadas a dirigirse a las mujeres considerándolas como seres delicados, débiles, frágiles. Se creía que ellas eran tan delicadas que se debía dejarlas pasar primero, estar atentos a su caminar por si resbalaban, se les debía ceder el asiento, abrir la puerta, correr la silla, pagar ellos o que pasen gratis, porque no se podía ponerlas en gasto.

Es interesante cómo esta costumbre gana terreno en la clase plebeya, todas personas trabajadoras, en donde mujeres y hombres trabajaban hombro a hombro, en donde el esfuerzo era compartido. Poco a poco se fue borrando esa equidad y se fue adoptando una forma propia de clases sociales más altas, que fueron posicionando a la mujer como objeto de cuidado y atención.

Con el paso del tiempo las mujeres fueron derribando la idea del “sexo débil”, las mujeres se pusieron a la par de los hombres, pudieron ir evidenciándose varias ideas erróneas, al punto tal de que hoy por hoy, no caemos en viejas creencias y creemos en la potencia y fortaleza de las féminas. Sin embargo, muchos y muchas, se resisten al cambio, son muchas las mujeres que no quieren perder los beneficios del trato diferencial de la caballerosidad, de hecho muchas veces lo exigen y reclaman. A veces esto se convierte en la queja principal, generándose una contradicción.

Este cambio de posición que las mujeres han ido labrando, fue marcando profundas modificaciones en nuestra cultura y en nuestras costumbres. Es importante no dejar de desconocer el origen de algunas de ellas, porque nos hablan de un saber, es decir de cómo se consideraron las mujeres en un momento. Pero este momento del que hablamos se halla superado históricamente, se superó la idea, por ejemplo, de que es necesario proteger a la mujer, sin embargo, esto no deja de ser un pedido desde algunas mujeres y una obligación desde algunos hombres.
No se trata de que la “caballerosidad” sea considerada como algo negativo, se trata de poder repensar nuestras prácticas cotidianas, su origen, su anclaje, lo cual da cuenta de las concepciones que tenemos de hombre y mujer. Quizás lo importante no sea si se mantiene o no esta costumbre, si se pide o no, si se obtiene o no, si se otorga o no, la importancia radica en correrse de la práctica automática, para pasar a modos de conducirnos que posibiliten moverse con mayor libertad, sea tanto para poder actuar de modos más genuinos como para habilitar diferentes formas de ser hombre o mujer.

 


 

Hacerles el verso

mujeres_4Compartimos la siguiente cita:

“Por esto es muy distinto cuando un hombre le hace el verso a una mujer a cuando un hombre hace verso de Una mujer”

Carolina Rovere y Sergio Zabalza “La palabra que falta es Una mujer” 2013

Traer esta frase, nos permite pensar el lugar de las mujeres, el lugar que se le da, desde los hombres, el lugar que se dan, las mujeres mismas.

Hacer el verso es creer que uno puede decirles algo que las va a atrapar “con esto me la gano”, como si se tratara de un trofeo, como si ese verso fuese infalible y contuviese exactamente lo que ellas quieren escuchar. Se trata de conquistar, a la manera de las históricas conquistas territoriales, de terrenos sin dueños, o con dueños menos potentes. Deja a quien hace el verso como aquel que sabe qué decir, como aquel que tiene todo aquello que a ellas les hace falta.

Casi pareciera como si existiese una fórmula que sirve para todas, porque se mantiene la ilusión de que todas son iguales, todas quieren lo mismo, a todas les gusta lo mismo, y por lo tanto se les puede decir lo mismo. Desde este punto, el foco radica en “el hombre que sabe qué hacer para alzarse como ganador del mujer trofeo”.

La contracara es poder hacer verso de una mujer. Esto da la posibilidad de jugar con las palabras, poder poner las palabras al servicio de lo que se puede decir de las mujeres y de cada mujer en su singularidad, así como de lo cada una de ellas pueda decir de sí mismas. Hacer verso es poder brindar las palabras que permitan dar lugar a que ellas hablen, es ofrecer palabras que inviten al diálogo, a que hagan gala de sus diferencias, de sus particularidades. Es poder hablar, poder decir también a partir del enigma y de la pregunta que habita en cada mujer. Así, hombres junto a mujeres, poder escribir los versos más hermosos, una palabra que se apoya en la del otro, una frase que se hila con la voz del otro.

Muchas veces esos versos, fueron escritos por poetas, poetas que supieron jugar con las palabras, para poder decir sobre las mujeres, decir al menos algo, y de una forma exquisita, de todo aquello que no se alcanza a decir.

 


Mujeres

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Mujeres históricas, guerreras, creadoras, aquellas que la Historia las desterró a la sombra de algún genio, aquellas que desde el anonimato fueron también heroínas, guerreras, históricas.

A lo largo del tiempo se ha ido definiendo lugares “propios” de las mujeres. Quizás sustentados en principios biológicos: la que aloja al hijo en su vientre, la que lo alimenta, la que al tener una musculatura menos desarrollada no puede hacer tanta fuerza. Se fue dando lugar a la idea de que la mujer debería quedarse en casa y cuidar a los hijos.
Así se comenzó a fijar territorios o espacios privativos de las mujeres, en donde preponderaba el ejercicio de un rol específico. Y como sabemos, comienza a gestarse paralelamente una expectativa en función de esos lugares, es decir “ordenamos” al mundo en función de lo esperable para cada una, o sea que si no hace lo se espera de ella, pues será un caso “especial”, objeto de discriminación, burla y hasta violencia.

Junto con la lucha por los derechos igualitarios entre hombres y mujeres, éstas fueron ocupando otros terrenos pudiendo desempeñar distintas labores. Y lo que justamente hace estremecer al poeta no es una mujer que hace todas esas cosas, si no varias mujeres que pasaron por su vida, que de alguna u otra manera lo tocaron, lo marcaron. Mujeres que fueron ocupando otros terrenos, otros terrenos que son valiosos por ser varios, por ser distintos y plurales. Mujeres que pueden desarrollar varios roles. Mujeres que día a día, desde lo mínimo, desde lo épico, continúan tejiendo palabras, acciones, amores.

Todos somos diferentes pero el problema aparece cuando esas diferencias se transforman en desigualdad, allí es cuando nos encontramos en presencia de una injusticia. Es que hombres y mujeres no somos iguales.

La lucha por los derechos igualitarios, de ninguna manera pretende borrar o atenuar las diferencias. Las diferencias están y enriquecen y hasta muchas veces se disfrutan. La igualdad permitió que mujeres y hombres caminen a la par, trabajen y vivan a la par, exactamente a la misma distancia de la ley, y eso es lo que buscamos celebrar.

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Fuente: Coordinación Provincial de Educación Sexual Integral. DOAITE. DGE.