La época en que nació el Instituto de Educación Física 9–016 «Dr. Jorge Coll»

Aquel mundo, aquel país, aquella Mendoza del ’60

«Papá, cuéntame otra vez, esa historia tan bonita…»; comenzará cantando el español Ismael Serrano cuando describa la situación de un padre explicándole a su hijo lo que representaron los esperanzadores «sesenta» en la historia contemporánea.

Década significativa que dejará una huella imborrable por el espíritu de cambio que irradió. Cambio a los cuales nadie pudo mantenerse indiferente, aunque el resultado final haya arrojado un sabor agridulce.

Los ’60 fueron la época del nacimiento del Instituto. Momento donde relevantes instancias modificarán el comportamiento general.

Como resumen, y a modo de contextualización, brindamos un escenario en medio del cual surgió el Instituto de Educación Física, para tomar cabal magnitud de la importancia de la época y de la visión de los fundadores.

Entre dos mundos. Y aquella «grieta»

Por aquel entonces, levantábamos la cabeza y volvíamos a mirar el cielo.

Se iniciaba la competitiva carrera entre EEUU y la URSS, que tuvo como referencia insoslayable la llegada del hombre a la Luna en 1969. La puja entre dos mundos, plagado de conflictos y enfrentamientos entre ambas potencias, convirtieron al planeta en un gran tablero de ajedrez, donde cada una de las potencias hegemónicas enfrentadas, movía sus piezas dividiendo los espacios como quien separa «la paja del trigo». Yankis y marxistas; o bajo la égida del mundo capitalista o del mundo comunista, el planeta se movía en consonancia con las órdenes de Washington o Moscú, abarcando la compulsa desde amenazas nucleares hasta encarnizadas luchas en los mismos Juegos Olímpicos de Roma 60, Tokio 64 y México 68.

Pero la década también reflotó «la tercera posición» como una forma de marcar distancia entre la bipolaridad de la dimensión capitalista y socialista. Era asesinado John F. Kennedy en Dallas y la sociedad norteamericana, al igual que todo el planeta, se conmovía con la Guerra de Vietnam. Mientras tanto, Medio Oriente, ocupaba un lugar relevante en la agenda por la crisis del petróleo y los conflictos árabes – israelí. Alemania se dividía por el Muro de Berlín y se profundizaba la revolución cubana de la mano de Fidel.

El Papa Juan XXIII hizo temblar los cimientos de la Iglesia Católica después de la Encíclica «Mater e Magíster» y el Concilio Vaticano II, estimulando el surgimiento de expresiones renovadas en el corazón del clero, como fue la Teología de la Liberación y «los curas para el tercer mundo».

El pacifismo gestó nuevos referentes. El movimiento hippie llenó las grandes ciudades. El Mayo Francés referenciados en Jean Paul Sartre reavivó las doctrinas existencialistas. Mientras que Martin Luther King, Mandela, el «Che» Guevara, Hendrix, Bob Marley, Los Beatles y miles de estrellas de rock and roll, promovidas desde Woodstock, se estamparan desde ese tiempo en todas las remeras. Y por si fuera poco, Hollywood lloró la muerte de Marilyn Monroe. Bobby Fisher (EEUU) y Boris Spassky (URSS), revivieron en cada enfrentamiento ajedrecístico la “guerra fría”. Cristian Barnard realizó el primer trasplante de corazón. Volkswagen inventó su mejor insecto: «el escarabajo». En tanto «Ellas», ya tienen la píldora anticonceptiva, aunque pronto llegarán los «bebe de probeta».

La novedosa ciencia ficción monopolizará todas las pantallas. El «Enterprise» de «Viaje a la Estrellas», como genial coincidencia del destino, copiará la histórica misión del “profe” y el maestro de las escuelas argentinas. Según decía el relato televisivo que anunciaba cada inicio del popular programa interplanetario: «Misión, buscar nuevas civilizaciones y formas de vida, donde no ha estado ningún hombre aún».

«Por los senderos de la patria» y el contexto mendocino

«La mayoría de los participantes de los ’60 querían cambiar el mundo y hacer la revolución. Pero lo cierto es que aún, no habiendo logrado nada de eso, generaron una formidable renovación en las prácticas culturales y una apertura mental», manifestaba una editorial del tradicional Diario Los Andes. Y por aquellos ’60, el centenario diario empezaba a competir con «colegas» de fuste. Nacen «Tiempo de Cuyo», por las tardes aparece «El Andino» (1968) y pegado al Automóvil Club Argentino surge «Diario Mendoza» (1969), revolucionando como novedad, todos los suplementos deportivos.

Pero si de medios comunicacionales se trataba, la época fue prolífera en grandes novedades. La televisión llegó a Mendoza. Primero «LV 89 TV Canal 7», naciendo el 17 de febrero de 1961 y cuya planta de funcionamiento fue el céntrico Edificio Gómez. En 1965 surgió Canal 9, y con ellos figuras que compartirán la vida diaria de los mendocinos: Julio Rafael Rojo, Santos Humberto Giunta, Edgardo Palet, José Domínguez Palacini, Lila Levinson y personajes nacionales que por mérito y obra de la pantalla chica se hicieron altamente populares: Olmedo, Biondi, Bores, Pinky, Mancera y «Sábados Circulares», Fontana y «Odol Pregunta», Karadagián y todos sus titanes.

Y vaya como referencia algunos datos ilustrativos de la época: un TV costaba $35.000 y se podían adquirir en cuotas de $1.450; suma importante, ya que por esos días, los sueldos básicos rondaban los $2.000, en una provincia que tenía un nivel de desempleo muy bajo: 2. 7 % de la población mendocina.

El centro mendocino adquirió una fisonomía moderna. A las recientes galerías inauguradas: Tonsa y Piazza, se agregaron las grandes tiendas en vistosas esquinas: El Guipur, The Sportman, Gath y Chaves, Arteta, Heredia. Pero si había un negocio que el deportista no podía obviar era «Casa Bermúdez», y como decía su histórico slogan: «Dale Fútbol y el Deporte…. Casa Bermúdez, primera». Slogan que además anticipaba la constitución de los equipos en las canchas de fútbol, junto a la recordada «Tintorería Tri» o «Panadería Española». Así en el negocio de Don Paco en los `60, un pantalón y buzo frisado de gimnasia costaba $1.500, una pelota de fútbol $250 y un par de zapatillas $450.

Chacras de Coria ya empezaba a convertirse en la zona «Top» mendocina, compitiendo con los clubes tradicionales, salones bailables o los populares «asaltos» a puro Wincofon. Los más avezados bailan el twist de «Bill Haley y sus cometas» o la música del «Club del Clan», mientras los programas como «Escala Música» marcaban el último grito de la moda para que se lucieran los «petiteros» en «G7» o Kangaroó. Todos soñaban ser como «Isidoro» y ellas, como «Cachorra», con sus despampanantes minifaldas y altísimas botas, y estar bien lejos del «carcamán» tío Coronel Cañones y su camarada Metralla, según describe la historieta del caricaturista Dante Quinterno.

La «muchachada» anhelaba también viajar en los «tuercas» Torino o en los novedosos Falcón (tristemente célebres una década después) para escuchar a los «extraños de pelo largo» de La Joven Guardia, Los Náufragos, Los Iracundos, Katunga o Pintura Fresca. Aunque un sector más transgresor prefería los fogones al son de la naciente «música progresiva» de Almendra, Arco Iris o Sui Generis.

Ídolos y anónimos. «Los bandidos rurales»

Pero también había un «mundo real». El mundo que transpiraba «el día a día». El del domingo con la radio «Spica» pegada a la oreja.El pueblo «cara sucia», que ya consagraba en los ’60, como ídolos indiscutidos a «el intocable» Nicolino Locche, «al maestro» Víctor Legrotaglie y al genial «Cóndor de América» Ernesto Contreras. Referentes que por mérito propio componen el selecto panteón de los idolatrados deportistas mendocinos, consagrados en el ring, los estadios y la ruta.«¡Ole!¡Ole»!; exclamará la popular ante cada esquive de Nicolino. «¡Toque lobo, toque!»; gritará la hinchada cuando «los compadres, humillen hasta el más pinta’o».«¡Se viene el malón!»; anunciará un aficionado, cuando perciba la cadena multicolor de pedalistas. Así, la recordada frase del relator Esteban Pujada, cobrará vida; y con seguridad a la vera del camino, ante el paso de una manifestación atlética, habrá un comentario que recuerde a los ídolos mendocinos. Pero no sería justo para aquella época, dejar de recordar a la selección mendocina de basquetbol campeona argentina en Neuquén finalizando el ’59, a días de la década sesentísta, con los consagrados Armendáriz, Cacciamani, Pedemonte, Linares y las Asociaciones Matienzo y Belgrano. A los pesistas Arturo Mansilla y José Poquet.Carlos Aro y Gelabert en box o a los campeones de Independiente Rivadavia. A los hándboleros de Russell. Al querido «Cholo» Lombino, seleccionado nacional de hockey sobre patines, tercero en el Mundial de España del ‘60. A Eduardo Hualpa y Enrique Najurieta en ajedrez. Automovilistas como Copello, Gimeno y Manzano. A figuras prominentes, que en los ’60 tenían destino de tapa en las revistas Goles o El Gráfico, como Roberto Rogel campeón con Boca, Roque Aballay, campeón con Independiente y Huracán, Santos Ovejero y Nogara, campeones con Vélez ’68 y “Pato” Gramari, figura junto al San Lorenzo del «Bambino» Veira y el «Loco» Doval.

Nadadores como Hugo Russó, el primer mendocino que bajó el 1’en 100 m. libres (59`8/10) o Juan Carlos Blanco. “Pingponeros” como Pezuti, Palomo, Grancara y González. Tenista como Girelli, Ferrando, Romani, Liliana Benito o Graciela Groch y tiradores como Petrich, Borbón, Oliva y Duarte. Montañistas como Ugarte, Magnani, Grajales, Nazar, Cicchitti. Gimnastas como Bernal, Brusadin, Genobar, Lepori. Bochófilos como Brú, Lathier, Baez, Soto o Ruíz. Pelotaris como Benito y Quijano. Los batazos de Smuckler, Divizia o los Hausler. El voleibol de UNC (Straky, Hidalgo, Ezeiza, Vélez, Casado, Rodríguez) y de Maipú (Vargas) o los equipos del Instituto de Educación Física en softbol, y también en vóley.

O momentos memorables para el deporte mendocino, como la visita del Santos de Pelé ante Godoy Cruz, y ya sobre el final de la década, los triunfos de la recordada palmirense Gladys Ortega, campeona sudamericana en lanzamiento de bala; o aquel gol de Rodolfo «Finito» Achával, dándole el heroico triunfo a San Martín ante el campeón Boca en la mismísima Bombonera.

También duelos como Marista – Mendoza o Liceo – Los Tordos en rugby; equipazos como Gimnasia, Godoy Cruz, San Martín, Talleres, Huracán, Argentinos en fútbol; Atenas, Talleres, Cano en básquetbol.

El aporte enorme del Luis Rodríguez Nievas y todos sus compañeros del profesorado en la Facultad de Medicina, clausurado brutalmente por la Revolución del ’55. Y seguro, el gigante panteón de iconos departamentales (muchos de ellos futuros profes de Educación Física) que despertaban la admiración del «pago chico», convirtiendo al deporte en un espectáculo masivo, porque al disfrute del tiempo libre le agregaban la expresión de un sentido festivo de la vida donde se integraba la familia entera. No era pues de extrañar que en medio de tal entusiasmo, se forjara la carrera de Educación Física, que nutrió de miles de «profes» a todos los rincones de Mendoza.

Mendoza, la del «Instituto de Educación Física»

En síntesis, esta era la Mendoza de todos los días en aquella década. Provincia que según el Censo Nacional de 1960 tenía 824.036 habitantes, mientras que diez años después (C.N. de 1970), había aumentado 150.000 habitantes (973.075). Todo un record producido por la fuerte migración interna de provincias vecinas, estimulada por el predicamento e inserción de instituciones como la UNC, el prestigio de sus escuelas y varios institutos formativos con el perfil del INEF.

Mendoza, la que promediando los ‘60 contaba con 647 escuelas primarias y 14 hospitales provinciales. Extremadamente rica en recursos: durante 1963 produjo 1.900 millones de litros de vino, convirtiéndose en el 4º productor del mundo, con un consumo interno de 86 litros al año por habitante. Mientras que YPF generaba 2.862.481 m3 de crudo en 639 perforaciones.

Pero también aquella Mendoza fue la que empezó con la explotación de «soda Solvay» en Malargüe en 1960. La que estatizó Bodega Giol y la del viñedo más grande del mundo: Gargantini en Rivadavia. La que “compadreaba” con el Cine City y su famoso «Cinerama» (1963), pero además la del icono juvenil del «Cine Bar La Bolsa» (1965).

Mendoza, la que se manifestó a través del «Nuevo Cancionero Cuyano» (1963). La que construyó la Ciudad Universitaria (1968) e inició las obras de la actual terminal de ómnibus. La de sus «Niños Cantores» viajando por Europa (1968) dirigidos por Volpe. La que realizó su fiesta mayor entre los cerros (desde 1963 ininterrumpidamente en el Teatro Griego Frank Romero Day). La del famoso Quino, oriundo de San José (Guaymallén), escribiendo la primera tira de Mafalda en el ‘64. La que recibió a Cantinflas en el ‘68 para que estrene: «Por mis Pistolas». La que cobijó a Cortazar y aplaudió las vendimias de Abelardo Vázquez; la que se enorgullece con Julio Le Parc; la que inspira a Leonardo Favio y elogia los escritos de Di Benedetto, Braceli y del rivadaviense Américo Calí.

Mendoza, la conservadora, casi «pacata» y tradicionalista; pero también, donde matan a Paco Urondo, la de Irineo Cruz, Roig, Dussell y los «27 curas rebeldes tercermundistas del ‘65».

Siempre Mendoza. La que se sobrepuso a los fuertes temblores, las desoladoras granizadas, el abrazador zonda, los desbastadores aludes o los temibles aluviones. Mendoza, la de la majestuosa Fiesta de la Vendimia. La del buen Sol y la del buen Vino. La de la Virgen de la Carrodilla. La tierra del Huarpe, la tonada, la montaña, el desierto, las acequias y el Ejército Libertador de América. Mendoza, fiel aliado del General José de San Martín. Cuna de distinguidas mujeres, grandes deportistas y notables educadores del cuerpo, del espíritu y la mente.

Mendoza la del «Instituto de Educación Física Jorge E. Coll», que abrió sus brazos, para recibir a todos.

Por Gustavo Capone