Además, la práctica de la lectura fomenta la empatía al permitirnos vivir experiencias ajenas y comprender realidades diversas. Esto es esencial en un mundo cada vez más interconectado, donde la convivencia y el respeto por las diferencias son cruciales. Al compartir historias y conocimientos, la lectura también fortalece los lazos sociales, promoviendo el diálogo y la colaboración entre individuos. Constituye un saber que se adquiere en la escuela y se proyecta fuera de ella. Y se realiza de múltiples maneras, entre las que se cuentan la lectura silenciosa y la que se realiza en voz alta.

La más antigua forma de leer era precisamente la lectura para otros: en los conventos y refectorios uno leía mientras otros copiaban e iluminaban libros, de los que, con frecuencia, ignoraban el contenido. Sin embargo, la lectura “para uno” fue imponiéndose, hasta desplazarla. Y, si bien se ganó en velocidad, profundidad, en ritmo propio, ese carácter social, colectivo, de la voz humana aplicada sobre las palabras se fue perdiendo. Actualmente, cuando algún texto resulta interesante y llamativo, solo entonces, se vuelve hacia la lectura en voz alta.

La presente propuesta del mes destinado a su práctica intenta posicionarla en su dimensión comunicativa, conformando una sola trama con la fluidez, la comprensión y la selección de aquello que el lector considera valioso para compartir.

Se ofrece un repertorio de actividades que la ponen en valor y que alimentan la participación de más voces dentro de la escuela. La de los adultos, la de lectores expertos, la de aquellos que habitualmente no nos leen en la escuela. Y se invita a guardar registro de lo compartido. Distribuir a lo largo de todo un mes actividades diversas y motivadoras implica potenciar la labor alfabetizadora que la escuela lleva adelante.